¿Por qué el puré en los comedores soviéticos era tan ingrávido incluso cuando la leche escaseaba?
La respuesta es sencilla: nuestras abuelas sabían un secreto que los chefs modernos han olvidado.
Lo único que necesitas es sustituir la leche por un ingrediente que esté disponible en todos los hogares. Y esto no es agua.

El secreto principal es el caldo en el que se hierven las patatas. ¡No lo escurras!
Mientras las patatas estén calientes, tritúralas, añadiendo poco a poco 3-4 cucharadas de este caldo almidonado. Actúa como un espesante natural, haciendo que el puré sea suave y aireado.
Pero hay un matiz: las patatas deben ser de variedad desmenuzable, por ejemplo, “de ojos azules”.
Si los tubérculos están demasiado acuosos, agregue una cucharada de fécula de papa: compensará la falta de textura.
El segundo truco es el aceite vegetal. Sí, esto es lo que reemplazará a la mantequilla. Batir el puré con un batidor, añadiendo 2-3 cucharadas de aceite de girasol en un chorro fino. Esto le dará al plato brillo y ligereza, y el sabor permanecerá neutro.
Para darle un toque picante, añada una pizca de nuez moscada o una cucharadita de mostaza (esto es lo que hacían en los comedores estudiantiles para "revivir" el insípido puré).
Por último, ¡nunca utilices una licuadora! Esto convertirá las patatas en una masa pegajosa. Simplemente un machacador o un tenedor normal.
Y si quieres algo más sofisticado, pasa el puré por un colador, un método que se utilizaba en los restaurantes soviéticos para los invitados especiales.
Ahora ya sabéis cómo devolver al puré esa ternura “soviética” sin un gramo de leche.