“El desayuno es la comida más importante del día”: llevamos escuchando esta frase desde la infancia. Pero ¿sigue siendo relevante hoy en día?
Los científicos discuten cada vez más sobre este tema, y los partidarios del ayuno intermitente incluso aconsejan renunciar por completo a la comida de la mañana. ¿Dónde está la verdad?
Comencemos con el hecho de que el desayuno realmente “activa” tu metabolismo después de una noche de descanso.

Si no comes entre las 20:00 y las 12:00 horas del día siguiente, tu cuerpo estará en modo de ahorro de energía durante 16 horas.
Esto puede ralentizar el metabolismo y provocar pérdida de masa muscular. Sin embargo, esto no significa que debas obligarte a comer avena a las 7 am si no tienes ganas de comer.
El punto clave es la calidad del desayuno. Los cereales azucarados, las tostadas con mermelada o los croissants provocan un aumento brusco del azúcar en sangre, seguido de una caída igualmente brusca.
Dentro de una hora te sentirás cansado y hambriento. Pero las proteínas y las grasas saludables (huevos, requesón, aguacate) proporcionan saciedad duradera y un nivel de energía estable.
Pero el descubrimiento más inesperado tiene que ver con la actividad física.
Las personas que desayunan tienen más probabilidades de moverse por la mañana, incluso si solo se trata de limpiar o caminar al trabajo.
Quienes se saltan el desayuno conservan energía, lo que reduce el gasto calórico total del día.
¿Qué pasa con el ayuno intermitente? Puede funcionar, pero sólo si obtienes suficientes nutrientes durante la "ventana de alimentación".
Si después de 16 horas de ayuno te lanzas a la comida rápida, no habrá ningún beneficio.
Escucha a tu cuerpo: si el hambre natural aparece por la mañana, no lo ignores.
Si no, adelanta el desayuno un par de horas, pero no lo conviertas en un festín de postres.