¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con el aceite después de freír patatas o chuletas en él?
Da pena tirarlo, pero también da miedo volver a usarlo. ¿Y si es peligroso?
Veamos si es posible convertir la grasa vieja en un truco de vida rentable o si es mejor deshacerse de ella de inmediato.

Muchas amas de casa no ven nada malo en dejar el aceite en la sartén hasta la próxima vez. Parece que si no sale humo ni huele a quemado, entonces todo está bien. Pero aquí radica el primer escollo.
Cuando el aceite se calienta a altas temperaturas, comienzan a formarse en él sustancias nocivas: radicales libres y acroleína.
Aparecen cuando la grasa se calienta demasiado y cuanto más tiempo se utilice el mismo aceite mayor será su concentración. Estos compuestos pueden afectar negativamente al organismo, provocando inflamación e incluso aumentando el riesgo de enfermedades graves.
¡Pero no te apresures a tirar el aceite por el fregadero! Todo depende de qué hayas frito exactamente. Si cocinas algo sin un olor fuerte y a temperatura media –por ejemplo, panqueques o tartas de queso–, es posible que el aceite se conserve mejor.
Lo principal es colarlo con una gasa o un colador para eliminar cualquier resto de comida y verterlo en un frasco de vidrio. Esta “reserva” no debe conservarse en el refrigerador más de 1 o 2 semanas.
Si el aceite se ha vuelto turbio, pegajoso o ha comenzado a oler mal, es una clara señal de que es hora de decirle adiós.
Punto interesante: algunos tipos de aceites son más resistentes al calor. Por ejemplo, el aceite de girasol o de coco refinados resisten mejor el uso repetido que el aceite de oliva o de linaza.
Pero incluso estos no deberían usarse más de 2 o 3 veces. Por cierto, puedes reutilizar el aceite no solo para freír, sino también para aliñar ensaladas o agregarlo a la masa; lo principal es que no sea amargo.
¿Pero qué hacer si el aceite se ha estropeado? No lo vierta por el fregadero: es malo para las tuberías y el medio ambiente. Es mejor dejarlo endurecer, recogerlo en una bolsa y tirarlo a la basura. O buscarle un uso poco convencional: por ejemplo, lubricar las bisagras de las puertas o usarlo como base para velas caseras.
Al final, el aceite de freír no es un mal inequívoco. Si aborda el asunto con prudencia, podrá ahorrar dinero sin perjudicar su salud. Lo principal es controlar el estado de la grasa, no calentarla demasiado y no almacenarla durante meses.