Muy a menudo, una receta comienza con la frase “Separar la clara de la yema”.
En la mayoría de los casos, las amas de casa baten la cáscara en el centro del huevo con un cuchillo o tenedor y luego, partiéndola en dos partes, ponen la clara en un plato, dejando la yema en una de las mitades de la cáscara.
Si no está seguro del éxito de la operación, utilice una botella de plástico normal.
Para comenzar, rompa la cantidad requerida de huevos en un recipiente poco profundo.
Después de eso, ármate con una botella de plástico de 0,3 o 0,5 litros, suelta el aire presionando los lados y acerca el cuello a la yema.
Basta soltar las paredes de la botella para que “chupe” la yema.
El procedimiento más sencillo hay que repetirlo tantas veces como se hayan roto los huevos, tras lo cual se deben colocar las yemas en un recipiente aparte.
Por cierto, si no necesitas la parte amarilla de un huevo de gallina en un futuro próximo, puedes guardarlo así, en una botella. Aquí las yemas permanecerán frescas durante un par de días.
