Te muestran sus tomates enormes, presumen de su cosecha y tú te enojas en secreto: ¿por qué no puedes cultivar lo mismo?
El secreto no está en fertilizantes caros ni en semillas mágicas. Todo lo que necesitas está en tu cocina: bicarbonato de sodio normal.
Sí, el mismo que cuesta céntimos y acumula polvo en el armario.

La soda actúa como fungicida natural y regulador de la acidez del suelo. Disolver una cucharada en un litro de agua y rociar las plantas una vez cada dos semanas. Esto protegerá las hojas de los hongos y las frutas del agrietamiento.
Pero el milagro principal ocurre bajo tierra. Espolvorea una pizca de bicarbonato de sodio en el hoyo antes de plantar las plántulas: reducirá la acidez que no les gusta a los tomates.
¿Resultado? Las raíces se vuelven poderosas y los frutos se llenan de jugo y crecen como la levadura.
Y el refresco también protege contra las babosas. Extiéndalo en una tira fina alrededor de los macizos de flores: las plagas suaves no se arriesgarán a cruzar el borde "ardiente".
Pero tenga cuidado de no exagerar, de lo contrario el suelo se volverá demasiado alcalino. Compruebe el pH una vez al mes y ajuste la dosis.
Y por último, un truco para los dulces. Riega los tomates con agua y soda (1 cucharadita por cada 3 litros) un mes antes de la cosecha. Esto neutralizará el ácido y los tomates quedarán azucarados.
Ahora ya sabes por qué los vecinos se ríen... pero pronto tú también te reirás.