Riega los parterres todos los días, afloja la tierra y espera a que aparezcan los primeros frutos.
Pero en lugar de tomates jugosos y pepinos crujientes, vemos hojas marchitas y ovarios podridos. ¿Te suena familiar? Es posible que esté cometiendo errores que estén convirtiendo su jardín en una zona de desastre ecológico.
Y lo peor es que estos errores parecen inocentes hasta que es demasiado tarde.

El primer error es regar demasiado. Parece que nunca hay demasiada agua, pero las raíces de las plantas se asfixian sin oxígeno. Los hongos se multiplican en el suelo húmedo y matan el sistema radicular.
Comprueba la tierra con el dedo: si está húmeda a una profundidad de 2 cm, aparta la regadera.
La segunda trampa es el vecindario incorrecto. Por ejemplo, las patatas y los tomates plantados uno al lado del otro atraen a los escarabajos de Colorado y al tizón tardío. Y el perejil que crece junto a la lechuga ralentiza su crecimiento.
El tercer enemigo son los fertilizantes “a ojo”. Las espaldas encorvadas sobre las camas y el pensamiento “cuanto más, mejor” provocan quemaduras en las raíces. El exceso de nitrógeno provoca un crecimiento rápido del verdor en detrimento de los frutos. El cuarto error es ignorar la rotación de cultivos.
Si plantas pepinos en el mismo lugar año tras año, el suelo se agota y las enfermedades se acumulan. El quinto error es combatir las malas hierbas en pleno verano. Desmalezar después de la lluvia parece fácil, pero las raíces de las malas hierbas permanecen en el suelo. Destrúyelos en primavera antes de que se fortalezcan.
¿Cómo salvar la cosecha? Comience con una prueba de suelo: compre tiras de prueba en la tienda. Plante los cultivos según las reglas de compatibilidad: por ejemplo, la albahaca protegerá a los tomates de las plagas y el ajo repelerá los pulgones de las rosas.
Fertilice sólo según las instrucciones y alterne fertilizantes orgánicos con minerales. Y recuerda: un jardín no es una carrera, sino un maratón. A veces, menos es mejor, pero si se hace bien.