En la década de 1980, en una estación experimental cerca de Tambov, los agrónomos desarrollaron una variedad de tomates que todavía entusiasma las mentes de los jardineros.
“Soviet Bogatyr” no es sólo un nombre, sino una tecnología basada en un control estricto de cada etapa de crecimiento.
Documentos desclasificados del Instituto de Investigación de Cultivo de Hortalizas revelan detalles impactantes: para obtener frutos que pesaran más de 1 kg, las plántulas se cultivaron a una temperatura de +12°C, ralentizando artificialmente el desarrollo del tallo.

Las raíces fueron pellizcadas dos veces, obligando a la planta a gastar su energía no en vegetación, sino en fruta. Y lo más importante, no regaron con agua, sino con una mezcla de suero y ceniza, creando un medio nutritivo rico en calcio y potasio.
La doctora en ciencias biológicas Lidiya Semenova , que trabajaba en el instituto de investigación , recuerda:
“Queríamos lograr el gigantismo, pero estos tomates no tenían sabor. Luego agregaron al sistema iluminación nocturna con lámparas diurnas, lo que aumentó la producción de azúcares”.
El resultado apareció en las páginas de la revista Science and Life en 1987, pero el método no tuvo una amplia aplicación: era demasiado laborioso.
Sin embargo, hoy en día entusiastas como Viktor Luchko de Novosibirsk están reviviendo las tradiciones.
“He recreado el diseño soviético en mi garaje”, presume en un vídeo de YouTube. — ¡Cultivé un tomate de 1,4 kg! La pulpa es densa, como una sandía, pero el jugo fluye como un río”.
El secreto está en los detalles: las semillas de " Bogatyr " germinan en suelo congelado, simulando los inviernos siberianos. La recolección se realiza no una, sino tres veces, acortando cada vez la raíz central en 0,5 cm.
Y durante la floración, los pinceles se rocían con una solución de ácido bórico (1 g por litro) para evitar que los ovarios se caigan.
“Esto no es para perezosos”, advierte Olga desde Krasnodar. “Hay que ajustar la temperatura en el invernadero cada dos días, de lo contrario los tomates se agrietarán”.
Pero el juego merece la pena: imagina cómo cortas un tomate gigante y su aroma llena toda la cocina. El sueño soviético está vivo: sólo hace falta poner manos a la obra para hacerlo realidad.