Muchas personas pierden un par de kilogramos durante los meses de verano, y todo porque cuando hace calor no tienen ganas de comer nada, sólo tienen sed.
Pensemos por qué sucede esto y si la pérdida de apetito es un síntoma peligroso.
De hecho, la renuencia a desayunar, almorzar y cenar es una reacción completamente normal al calor. Se trata de una especie de mecanismo de protección que se activa cuando el cuerpo intenta mantenerse fresco.
La razón es que todos los procesos que ocurren en el cuerpo humano generan calor, y la digestión no es una excepción.
No en vano la energía que se sintetiza en nuestro cuerpo se mide en unidades de calor (calorías o julios).
Por lo tanto, si comes mucha comida, te calentarás porque será digerida.
Para protegerte de las molestias, el cuerpo toma precauciones reduciendo el apetito.
Además, con el calor nuestro cuerpo no necesita calentarse, por lo que tampoco necesitamos mucha comida pesada. Pero en invierno, cuando hace frío afuera, el cuerpo necesita calor, por lo que aumenta nuestro apetito.