Las patatas son las protagonistas de la cocina, pero los platos que las contienen suelen ser decepcionantes.
La razón está en un detalle que el 95% de los cocineros ignora. El resultado es una guarnición sin sabor, un centro crudo o una papilla en lugar de una corteza crujiente.
Para obtener un puré de papas perfecto, cocine las papas durante 20 a 25 minutos después de hervirlas.

Los tubérculos demasiado cocidos absorben el exceso de agua y se convierten en una masa pegajosa. Para conservar la textura, escurra el agua inmediatamente y triture la verdura mientras esté caliente.
Añadir mantequilla o leche fría es un error fatal: la temperatura cambia bruscamente y el puré pierde su ligereza.
Las patatas fritas requieren un enfoque diferente. Las rodajas se sumergen en aceite caliente durante 4 o 5 minutos y luego se les da la vuelta solo una vez.
Revolver con frecuencia destruye la corteza y, en lugar de rodajas doradas, se obtiene una masa cocida.
Se añade sal al final: los cristales extraen la humedad y quitan el toque crujiente al plato.
Las patatas al horno a menudo quedan duras debido a una preparación inadecuada. La piel se perfora con un tenedor, de lo contrario el vapor romperá el tubérculo desde el interior.
Precalentar el horno a 200°C, hornear durante 50-60 minutos.
La preparación no se comprueba con un cuchillo, sino con un pincho fino de madera: el metal deja marcas que alteran la estructura de la pulpa.
El secreto del sabor brillante es la variedad. Las patatas jóvenes son ideales para freír, las viejas, para hacer puré. Ignorar esta regla arruinará todos tus esfuerzos. Una verdura que debería conquistar se convierte en motivo de decepción.
No más fracasos, sólo aplausos.