Aceite de pescado, probióticos, complejos vitamínicos: los tragamos a puñados, creyendo en un efecto milagroso.
Pero laboratorios independientes han demostrado que aproximadamente el 70% de los suplementos dietéticos no corresponden a la composición declarada.
Por ejemplo, las cápsulas de omega-3 a menudo contienen metales pesados (mercurio, plomo), que se acumulan en el cuerpo y destruyen el sistema nervioso.

Y los probióticos publicitados resultan ser “tontos”: la mayoría de las bacterias mueren antes de llegar a los intestinos debido a un envasado o almacenamiento inadecuados.
Los complejos vitamínicos son una historia aparte.
Su ingesta descontrolada provoca hipervitaminosis. Demasiada vitamina A provoca mareos y náuseas, y el hierro en grandes dosis daña el hígado.
Los expertos aconsejan: hacerse pruebas antes de tomar suplementos. Sólo así descubrirás lo que realmente le falta a tu cuerpo.
Las alternativas naturales funcionan mejor que las pastillas.
El aceite de linaza reemplazará el omega-3, el chucrut y el kimchi restaurarán la microflora, y las bayas y frutas de temporada lo saturarán de vitaminas sin riesgo de sobredosis.
Recuerde: los suplementos dietéticos no son una panacea. La salud se basa en una dieta variada, no en promesas publicitarias.
En 2023, la FDA retiró del mercado 12 suplementos populares para bajar de peso porque contenían sibutramina, una sustancia que puede causar problemas cardiovasculares en determinadas condiciones.
Además, se descubrió que los suplementos para dormir “inofensivos” contenían fenobarbital, un compuesto adictivo.
¿Cómo protegerse? Busque certificados en el embalaje, verifique el fabricante a través de bases de datos.
Y recuerda: si un suplemento promete “curarlo todo”, es una estafa.