¿Bebes agua de botellas de plástico, calientas tu almuerzo en recipientes y guardas los alimentos en film?
Entonces ya se han acumulado millones de partículas microplásticas en tu cuerpo.
Entran en la sangre, se depositan en los órganos y provocan inflamaciones, alergias e incluso cáncer.

Los niños son especialmente vulnerables: los juguetes, biberones y chupetes liberan toxinas cuando se calientan o se rayan.
Pero lo más peligroso es el agua. Incluso el agua del grifo filtrada contiene fibras plásticas microscópicas que penetran cualquier barrera.
¿Qué hacer? Cambia a envases de vidrio, deja de comprar agua en plástico y rechaza las bolsas desechables.
Sí, es un inconveniente, pero cuando sabes que una partícula de plástico puede atravesar la placenta y dañar al feto, la elección se vuelve obvia.
Comience con algo pequeño, como una botella reutilizable y una bolsa de lona. El planeta y tu cuerpo te lo agradecerán.
Pero los microplásticos no son la única amenaza. Los envases de plástico liberan ftalatos, que imitan el estrógeno. En los hombres, reduce los niveles de testosterona; en las mujeres, provoca una menopausia precoz.
Y lavar ropa sintética (poliéster, nailon) envía miles de fibras plásticas a las aguas residuales. Terminan en el pescado que comes, completando el ciclo.
¿Cómo proteger a tu familia? Elija tablas de cortar de madera o de bambú en lugar de las de plástico. Almacene alimentos a granel en latas de metal.
Para un picnic, lleve platos de acero inoxidable reutilizables. Y nunca lave el plástico en el lavavajillas: las altas temperaturas aceleran la descomposición.
Si compra agua, busque botellas de vidrio o instale un sistema de ósmosis inversa. Sí, es caro, pero el tratamiento de enfermedades desconocidas costará más.
Cada elección que hagas hoy es la salud de tus nietos mañana. No dejemos que el plástico nos robe el futuro.