Uno de los criterios para la correcta preparación de un huevo cocido es el color de la yema.
Lo ideal es que esta parte del plato sea de color amarillo o naranja. Pero no grisáceo, y mucho menos verdoso.
Es poco probable que la aparición de un color desagradable en la yema haga que el alimento no sea comestible.
Sin embargo, la apariencia de un huevo cocido no será la más apetecible. No debes servirlo en la mesa festiva de esta forma.
Además, es poco probable que un huevo con una yema verdosa se utilice como ingrediente para ensaladas, sándwiches y otros platos.
La yema adquiere un aspecto desagradable si el huevo se cocina durante demasiado tiempo.
Se trata de una reacción química que involucra hierro y sulfuro de hidrógeno. Como resultado, aparece un compuesto llamado “sulfuro de hierro”: en eso consiste la placa.
Evitar un resultado indeseable es muy sencillo: para ello basta con evitar que los huevos sean digeridos.
Si a una persona no le gustan los huevos pasados por agua o en una bolsa (en otras palabras, un plato con una yema untada), entonces debe cocinar un huevo duro. Pero hay que hacerlo correctamente.
Entonces, para que la yema se endurezca por completo, lo más probable es que sean suficientes entre 8 y 9 minutos de cocción. Para consolidar el resultado, puedes cocinar el huevo un par de minutos más.
Pero 12 minutos es el máximo. Si el proceso de cocción se prolonga, el riesgo de que se forme una capa verde en la yema será muy alto.
Además, una vez finalizada la ebullición, es recomendable colocar los huevos en agua fría. La diferencia de temperatura no solo detendrá el proceso de formación de compuestos excesivos, sino que también simplificará la eliminación de la cáscara.