Los chefs profesionales nunca envían hígado a la sartén sin "procesar" primero el producto.
Y no hablamos sólo de quitar películas y remojar en leche. Muchos cocineros también espolvorean el hígado con azúcar.
Usar un producto dulce a granel casi garantiza el plato perfecto.
De esta forma, la comida adquirirá la consistencia deseada.
Si espolvorea el producto con azúcar granulada antes de freír el hígado, es poco probable que el plato se endurezca durante el tratamiento térmico.
Al contrario, la comida quedará blanda y tierna. Todo quedará perfectamente masticable. Incluso el gourmet más sofisticado seguramente disfrutará de esta comida.
Otro efecto positivo del consumo de azúcar es el “enmascaramiento” del amargor desagradable. Desafortunadamente, el hígado frito suele tener un sabor desagradable. El componente dulce ayuda a eliminar este problema.
Para que el azúcar dé el efecto deseado, basta con utilizar una pizca. Exagerar con el producto puede provocar que el plato simplemente se arruine.