La avena es un bálsamo para los nervios y un producto extremadamente valioso que a veces se descuida injustamente.
La historia de la avena se remonta a la Alta Edad Media, cuando los eslavos descubrieron sus beneficios.
Este es el cereal más joven, tiene una temporada de crecimiento corta y hoy se cultiva en 50 países de todo el mundo.
La avena se elabora quitando el grano cocido de la avena y luego exprimiéndola o moliéndola en hojuelas más pequeñas.
Contienen aproximadamente un 66,5% de carbohidratos (complejos), un 14,4% de proteínas, un 6,8% de grasas y un 12% de fibra. Por lo que son una gran fuente de energía para el desayuno.
Debido a su contenido de grasa, no tienen una vida útil prolongada y se vuelven rancios rápidamente. Por eso, debemos guardarlos con cuidado en la cocina y comprobar su calidad.
Los copos contienen mucho hierro, calcio, magnesio, fósforo y zinc. También son ricos en vitamina B y lecitina, que ayudan a mejorar la memoria.
La avena tiene un efecto calmante, ayuda a tratar las neurosis y alivia los efectos del estrés.
Reducen el colesterol y también benefician a los diabéticos al estabilizar los niveles de azúcar en sangre.
Por su contenido en fibra, la avena se recomienda para el estreñimiento, las hemorroides o la indigestión. Son de fácil digestión y ayudan a mantener en orden la mucosa intestinal.
También te hacen sentir más lleno, por lo que comes menos y, como resultado, pierdes peso.
Se utilizan en el tratamiento del eccema, enfermedades de la piel, suprimen el aumento de la actividad de la glándula tiroides y reducen el riesgo de enfermedades vasculares y ataques cardíacos.
Y por último: la avena se considera un excelente afrodisíaco natural.