No tienen citas románticas, no se llevan en brazos y no gritan su amor en las redes sociales.
Pero sus hijos se abrazan antes de acostarse y las tardes están llenas de risas. ¿Cual es el secreto?
Se trata de un hábito que puedes implementar hoy. Y esto no requiere dinero, tiempo ni esfuerzo.

Hablamos del ritual de los “tres minutos”. Cuando se reúnan después del trabajo, abrácense y hablen sólo de cosas buenas durante tres minutos.
Sin quejas, problemas o preguntas como “¿A dónde se fue el sueldo?” Simplemente "¿Qué tipo de día estuviste teniendo?" y "te extraño." Estos minutos reinician tu cerebro, recordándote que eres un equipo, no solo compañeros de habitación.
Otra clave es “gracias” por las pequeñas cosas. No por regalos ni por ayuda con la hipoteca, sino porque tu pareja te pasó sal o te tapó con una manta.
La gratitud por lo ordinario te enseña a notar lo bueno en lugar de buscar lo malo. Los niños, al ver esto, copian el comportamiento: comienzan a valorar tus esfuerzos y a no exigir más.
Pero lo principal es la regla del “plato único”. Las cenas familiares no se tratan de comida, se tratan de conversación. Apaga el televisor, guarda los teléfonos y coloca un plato vacío en el centro de la mesa.
Cada uno pone una nota con un agradecimiento, una broma o una idea. Léelo en voz alta y hasta un adolescente pegado a TikTok se reirá. No es magia, es atención.