Los resultados de la investigación moderna confirman que el camino hacia el corazón de un hombre pasa realmente por el estómago.
Al mismo tiempo, la cantidad de comida ingerida no importa: el sabor de la comida es importante.
La relación fue explicada a aif.ru por el doctor en ciencias médicas Konstantin Dobretsov, que ocupa el cargo de director del Instituto de Investigación sobre el olfato y la patología olfativa.

Los humanos tenemos la capacidad de distinguir cinco sabores: salado, dulce, ácido, amargo y umami.
Cuatro nervios situados en la cavidad bucal se encargan de su reconocimiento.
A través de las papilas gustativas de la lengua, reciben un estímulo y transmiten la señal al bulbo raquídeo, y desde allí las fibras nerviosas se envían a una parte del cerebro llamada tálamo.
Al mismo tiempo, cuando una persona traga comida, se produce el sentido del olfato retronasal: el nervio olfatorio recibe el estímulo y lo transmite a través del bulbo olfatorio a las partes centrales del cerebro olfatorio, incluidos el hipotálamo y el tálamo.
Ellos (las secciones centrales) producen neurotransmisores u “hormonas de la felicidad” y los estímulos gustativos y olfativos, a su vez, se combinan y envían a los lóbulos frontales del cerebro.
Cuanto más sabrosa sea la comida, más hormonas se liberarán y más estimulación recibirá el cerebro.
Y, además de estimular las “hormonas de la felicidad”, también se liberan hormonas sexuales durante la comida.
El hipotálamo produce la hormona liberadora, que regula la testosterona, la hormona sexual.
Aquí está la conclusión: la deliciosa comida casera, preparada con amor, evoca las emociones más positivas y, por lo tanto, abre el camino al corazón.
Y los platos insípidos provocan que no se produzca estimulación, ni tampoco la producción de neurotransmisores positivos.