Voló a una velocidad de 100 km/h, girando en el aire y aterrizó en el asfalto.
Cuando la dueña de Sabrina oyó el ruido sordo, cayó de rodillas: parecía que su mascota se había estrellado y había muerto. Pero el gato se levantó y maulló.
Ocurrió en 1986 en Nueva York cuando Sabrina se cayó de una ventana del piso 32.

Los veterinarios que la examinaron no podían creer lo que veían: un colmillo roto y un ligero hematoma en el pecho. "Es un milagro", dijo el médico, pero la ciencia luego explicó el fenómeno.
Los gatos tienen un "reflejo de enderezamiento" único: al caer, giran la cabeza, arquean la espalda y extienden las patas, convirtiendo su cuerpo en una especie de paracaídas. Esto ralentiza el ritmo de caída.
Además, sus patas actúan como amortiguadores, distribuyendo el impacto. Pero aún así, Sabrina tuvo suerte: cayó entre los arbustos, lo que amortiguó el golpe.
Su caso interesó a los científicos. Descubrieron que los gatos que caen desde 5 a 9 pisos tienen más probabilidades de morir que aquellos que caen desde alturas superiores a 20 pisos. La razón es que los primeros no tienen tiempo para agruparse.
Sabrina se convirtió en una celebridad: los periódicos escribieron sobre ella y sus dueños recibieron cartas de sus fans.
Pero la fama tenía su lado negativo. Un día, los periodistas irrumpieron en el apartamento de Margaret intentando tomar una fotografía del gato. Sabrina, asustada, se escondió debajo del sofá y no salió durante un día. Después de esto, el propietario se negó a ser entrevistado.
En 1995, la gata murió de vieja, pero su récord -una caída desde 100 metros- aún no ha sido superado.