Probablemente muchas personas estén convencidas de que el título de depredador más mortífero se le puede dar a un león, un tigre o, en el peor de los casos, a algún tipo de leopardo.
De hecho, estos grandes felinos son excelentes cazadores, pero no todas sus incursiones terminan con éxito.
Por ejemplo, en 6 de cada 7 casos, la caza de leopardos del Parque Nacional Kruger de Sudáfrica termina en un completo fracaso, mientras que los tigres regresan con sus presas con menos frecuencia: solo logran matar a sus presas en 1 de cada 20 casos.
Incluso para un guepardo, que puede alcanzar velocidades de hasta 93 km/h, sólo una de cada dos cacerías tiene éxito.
Por tanto, desde el punto de vista de la eficacia de la caza, los depredadores más eficaces del mundo son las libélulas.
Investigadores de la Universidad de Harvard descubrieron en 2012 que son capaces de capturar hasta el 95% de las presas que cazan.
Esta alta tasa se debe a una serie de características adaptativas de las libélulas.
Tienen una estructura ocular compleja que les permite ver a sus presas contra el cielo. Las alas de las libélulas son puestas en movimiento por varios grupos de músculos, gracias a cuyo trabajo coordinado el insecto puede desarrollar alta velocidad y maniobrabilidad.
El neurocientífico Anthony Leonardo cree que el éxito de las libélulas en la caza también está relacionado con las características de su cerebro. Utiliza algoritmos de optimización para calcular la trayectoria de la presa, lo que facilita la interceptación del objetivo.
Anteriormente escribimos sobre la estación de metro más profunda del mundo.