El instinto de autoconservación puede considerarse el mecanismo más importante que promueve la supervivencia.
El miedo, como reacción defensiva, sirve para impedir el contacto con posibles peligros ambientales y garantiza la seguridad y la vida de una persona.
El miedo a las alturas, a la oscuridad, a las serpientes y a las arañas tiene profundas raíces en la evolución y está asociado con mecanismos de autoconservación que han evolucionado a través de la selección natural para proteger a las personas de amenazas potenciales.
Acrofobia (miedo a las alturas)
Las caídas desde alturas suelen provocar lesiones graves o incluso la muerte. Por lo tanto, las personas que temen a los lugares altos tienen más probabilidades de sobrevivir.
Nictofobia (miedo a la oscuridad)
La noche para los pueblos primitivos es sinónimo de la palabra "peligro", ya que en la oscuridad la visión de una persona disminuye y los depredadores no duermen.
Odiofobia (miedo a las serpientes) y aracnofobia (miedo a las arañas)
El peligro de las serpientes y arañas es su potencial toxicidad. Por cierto, estos miedos han sido objeto de investigación más de una vez, como resultado de lo cual se encontró que las personas reconocen rápidamente las imágenes de serpientes y arañas en comparación con otros objetos. Esto habla una vez más de una predisposición neurobiológica innata a evitar estas amenazas.