Con solo mirar los llamativos anuncios de jugosas hamburguesas y crujientes patatas fritas, nos surge un deseo irresistible de visitar el restaurante de comida rápida más cercano.
Sólo cuando ves un pedido, a menudo te sientes decepcionado: los tomates no están tan rojos, la chuleta está un poco seca, el queso ni siquiera se acerca y el panecillo está lejos de ser tan esponjoso como el que había en el anuncio.
La respuesta es simple: la comida que se ve en las pantallas de televisión y en los carteles publicitarios no es comestible.
Para tomar una foto tentadora, los estilistas de alimentos usan hamburguesas crudas: las hamburguesas y los panecillos poco cocidos se ven mucho más regordetes y jugosos en comparación con los que están listos.
Además, se utilizan alfileres para crear una estructura a partir de panecillos, verduras, queso y carne; con su ayuda, el relleno se mantiene uniforme y parece más alto de lo que realmente es.
El componente cárnico de las hamburguesas, es decir, las chuletas, se puede incluso teñir, y esto no se hace con colorantes alimentarios, sino con betún para zapatos.
No sólo las hamburguesas pueden quedar expuestas, sino casi todo lo que hay en el menú.
Por ejemplo, las burbujas en las bebidas carbonatadas se crean añadiendo antiácidos al vaso. Las salsas publicitarias contienen cera para que parezcan espesas y vibrantes en las fotografías. El vapor que creemos que proviene de nuggets de pollo recién cocidos u otros alimentos en realidad se crea con una vaporera de ropa o con bolas de algodón quemadas, y el helado en la publicidad generalmente está hecho de plástico o puré de papas.