Las vacaciones son un período de descanso durante el cual disminuye el nivel de estrés y tensión emocional, pero al mismo tiempo se debilita la capacidad del cuerpo para adaptarse a situaciones estresantes.
Aunque antes una persona podía afrontar fácilmente el estrés en el trabajo, después de las vacaciones el mismo nivel de estrés parece insoportable.
El estado emocional también tiene un impacto significativo: hay que admitirlo, durante las vacaciones es completamente diferente, además de un cambio brusco en la situación. Por eso, después de descansar necesitas tiempo para volver a la normalidad.
Otra razón por la que no hay ganas de seguir el ritmo del trabajo es que durante las vacaciones la rutina diaria cambia a menudo: la gente se acuesta más tarde y se despierta más tarde.
Durante las vacaciones, la actividad física suele cambiar y nos resulta difícil afrontar la transición al estilo de vida sedentario anterior (o, por el contrario, al trabajo físico activo tras un descanso pasivo).
Durante las vacaciones, el nivel de la hormona encargada del estrés y de la adaptación al mismo, el cortisol, disminuye en el organismo, y aumenta el nivel de dopamina y serotonina (los llamados neurotransmisores del placer y la felicidad), pero al volver a sus funciones sus los niveles vuelven a bajar.
Dado que la pereza no se caracteriza por cambios en el nivel de hormonas y neurotransmisores, llamar pereza a esta condición no sería del todo correcto.
En conversaciones informales entre psicólogos, esta condición se denomina depresión posvacacional, que se caracteriza por mal humor, baja motivación para trabajar, aumento de la fatiga y ganas de volver a tomarse unas vacaciones.
Las razones por las que una persona tiene que lidiar con la depresión postvacacional son muy diferentes: trabajo duro, altos niveles de estrés, mucho trabajo, relaciones tensas en el equipo, salarios bajos, etc.
Anteriormente hablamos de si las células nerviosas realmente no se recuperan.