Quizás uno de cada dos padres ponga a su hijo como ejemplo de su compañero de clase, amigo, pariente o incluso vecino, que tiene más éxito en algún ámbito.
Aquí es donde se forma el hábito de compararse con “el hijo de la amiga de una madre” y, la mayoría de las veces, se pierde en esta comparación.
El error, según los expertos , radica en comparar personas, cuando lo que se debe comparar son sus logros, así como las cosas que tuvieron que hacer para lograr tal resultado.
Dado que no hay dos personas iguales, cada uno tiene sus propias habilidades y talentos, la comparación conduce a la destrucción de la unicidad y la individualidad. Si constantemente hay personas más exitosas frente a sus ojos, una caída de la autoestima y un aumento de las dudas sobre uno mismo son simplemente inevitables.
Por esta razón, la comparación crea envidia, celos y resentimiento, lo que hace que una persona dirija su energía hacia los demás en lugar de invertirla en sí mismo.
Intente comparar sus resultados con lo que otros han logrado. Al hacerlo, debes plantearte las siguientes preguntas:
- ¿Qué hizo este hombre que yo no hice?
- ¿Qué hizo, qué hizo?
- ¿Qué hice hoy para...?
Con el tiempo, desarrollarás el hábito de observar conscientemente lo que estás haciendo, así como también en qué te estás esforzando. Además, aprenderás a realizar 2-3 acciones diarias que te llevarán a tu objetivo.