La palabra “bien hecho” parece inofensiva e incluso aprobatoria, pero muchos psicólogos y profesores advierten: su uso frecuente puede perjudicar el desarrollo del niño. A continuación se presentan las principales razones por las que deberías reconsiderar el hábito de elogiar a los niños con esta palabra.
La palabra "bien hecho" a menudo se dice de forma automática, sin ningún tipo de especificación. El niño no entiende por qué fue elogiado y no puede repetir el éxito. El psicólogo Alfie Kohn, en su libro Castigo con recompensa, sostiene que tales elogios no motivan, sino que sólo crean una dependencia de la aprobación externa.
Cuando un niño escucha "buen trabajo", comienza a actuar por elogio y no por interés o placer. Las investigaciones muestran que esto reduce la motivación intrínseca y la curiosidad. El niño deja de aprender por sí mismo, esperando una aprobación constante.
La palabra "bien hecho" hace que el niño dependa de las opiniones de otras personas. Empieza a tener miedo de cometer un error, para no perder su condición de “buen tipo”. Esto puede generar miedo al fracaso y evitar tareas difíciles.
El elogio “bien hecho” a menudo se centra en el resultado más que en el proceso. El niño no aprende a valorar sus esfuerzos, lo cual es importante para desarrollar la perseverancia y la confianza en sí mismo.
¿Qué decir en lugar de “bien hecho”?
Los psicólogos recomiendan utilizar elogios descriptivos, que ayudan al niño a comprender exactamente qué hizo bien. Por ejemplo:
- "¡Tú mismo armaste el rompecabezas! No fue fácil, pero lo lograste."
- "Me gusta lo bien que has coloreado el dibujo".
- "Ayudaste a tu hermana. Es un acto muy amable".
La palabra “bien hecho” no es un tabú, pero debe usarse conscientemente. Es mejor elogiar al niño por acciones específicas, apoyando su independencia y motivación interna. Como dice la psicóloga Lyudmila Petranovskaya: “Es importante que el niño sienta que se le valora no por el resultado, sino por sus esfuerzos y su diligencia”.