Como regla general, los padres experimentan sólo dos sentimientos principales hacia su hijo: o ternura total o irritación total.
¿Por qué nos enojamos con un niño?
Por supuesto, existen muchas razones para este comportamiento. A pesar de ello, de esta abundancia se pueden distinguir tres principales.
Fatiga
Cuando nos comunicamos con adultos, generalmente tratamos de controlar nuestras emociones, ya que ellas pueden defenderse. Pero los niños no son capaces de hacer esto, por lo que los padres se permiten arremeter contra ellos.
Además, un niño es la única persona de nuestro entorno que nos amará incondicionalmente. Entonces, incluso si hacemos algo terrible, el bebé seguirá amándonos. Somos muy conscientes de esto y por eso a veces nos volvemos locos.
Trauma infantil
A pesar de que un adulto te mira desde el espejo, todavía hay un niño o una niña sentado dentro, con sus agravios, traumas y vivencias infantiles.
Es posible que nuestros padres nos hayan ofendido en la infancia, razón por la cual a veces transferimos nuestras experiencias infantiles a las relaciones con nuestros propios hijos. Por ejemplo, si un niño pide el quinto dulce, puede irritar a la madre, a quien no se le permitía comer tantos dulces a la vez.
Expectativas injustificadas
Hacer planes con un niño pequeño es una causa perdida. Acabas de incluir en tus planes un desayuno tranquilo con toda la familia en un café, cuando el pequeño inquieto empieza a pedir volver a casa, para luego correr por el establecimiento, arrancar el mantel de la mesa y negarse a comer su comida.
Los padres tienen que lidiar con situaciones de este tipo casi todos los días, por lo que lo único que pueden hacer es estar preparados para ello.
