Un niño que ve algún juguete bonito en una tienda probablemente pedirá a sus padres que se lo compren.
Pero está lejos de ser un hecho que mamá y papá estén de acuerdo. Las razones pueden variar. Por ejemplo, el altísimo coste de una muñeca o de un coche.
Pero no se puede descartar la siguiente circunstancia: el niño exige comprarle juguetes casi todos los días y luego se olvida de ellos.
La negativa de los padres puede enojar al niño. Al querer obligar a mamá y papá a desembolsar dinero para otro osito de peluche, un hijo o una hija pueden hacer un berrinche en la tienda.
Y algunos padres ceden ante tal presión. ¿Y quién quiere que un niño llore y se revuelque por el suelo delante de todos?
“Te compraremos un juguete. ¡Cálmate! - dicen mamás y papás. Y cometen un grave error.
¿Por qué no puedes complacer a un niño que llora?
Si el bebé llora y luego obtiene inmediatamente lo que necesita, entonces se puede formar una peligrosa cadena lógica en la cabeza del hijo o la hija.
El niño llegará a la conclusión de que las lágrimas y las rabietas son una forma segura de obligar a los padres a realizar una compra o realizar alguna otra acción.
Resulta ser una especie de chantaje: “O me compras este juguete o seguiré llorando y gritando”.
¿No quieres que tu hijo utilice constantemente este truco psicológico y continúe haciéndolo hasta la adolescencia e incluso hasta la edad adulta? Entonces no compres nada hasta que tu hijo o hija se calme.
El niño debe comprender que la histeria es una manipulación peligrosa que perjudica no sólo a los padres, sino también a él mismo.