Imagínate: repites “¡Siéntate!” diez veces y tu perro te mira como si fueras una ardilla en el parque.
El secreto es que los perros no responden a las palabras, sino a la energía y al lenguaje corporal.
Los adiestradores de perros han revelado un truco: en lugar de gritar, utilice una pausa y una mirada. Congele bruscamente, bájese hasta el nivel de los ojos de su mascota y dé una orden corta: “Siéntate”, acompañando la orden con una fijación firme de su mirada.

Si eso no funciona, aplique una presión suave en la grupa, pero suéltela inmediatamente tan pronto como el perro siga la orden.
Lo principal es recompensar con un premio incluso el más mínimo éxito. Esto no es un entrenamiento, sino un diálogo donde tú eres el líder, no el que grita.
¿Por qué funciona esto? Los perros leen las emociones a través de microgestos. Si estás nervioso o inquieto, tu mascota lo percibe como debilidad.
Los entrenadores profesionales aconsejan “ponerse” una máscara de calma en el rostro antes del entrenamiento: cejas relajadas, respiración uniforme y movimientos lentos. Intente practicar frente a un espejo: el comando “Acuéstate” debe sonar como una orden, no como una solicitud.
Otro error es repetir comandos. Dijeron: "¡Venid a mí!" una vez, y si el perro lo ignora, acérquese y guíelo suavemente con la correa.
De lo contrario, comprenderá que puede obedecer sólo después de la segunda o tercera vez.
Para casos difíciles, como si el perro tira de la correa, utilice el método del "árbol".
Detenerse y permanecer quieto hasta que se libere la tensión. Tan pronto como la correa se afloje, felicítelo y siga adelante.
Esto enseña que el movimiento sólo es posible con un comportamiento tranquilo.
Para los perros agresivos, un "cambio de enfoque" puede ayudar: arrojar una golosina al suelo tan pronto como empiecen a gruñir. Esto rompe el patrón de agresión.
La regla principal es nunca castigar la desobediencia. El miedo destruye la confianza y, sin ella, ni siquiera el mejor truco de vida funcionará.