¿Llegas a casa y ya hay un charco fresco en la alfombra? ¿Tu amigo peludo de repente le ha declarado la guerra a la caja de arena y no sabes cómo detener el caos?
No te apresures a regañar a tu mascota. Los zoopsicólogos lo tienen claro: los gatos no se vengan. Sólo están tratando de comunicar que algo está mal.
Si la gata no está esterilizada, lo primero que hay que descartar es la conducta sexual.

Las mascotas no castradas marcan su territorio, especialmente durante el período de actividad sexual. La castración soluciona el problema en el 90% de los casos, especialmente si se realiza antes de que se forme el hábito.
Pero si la operación ya quedó atrás y los charcos continúan apareciendo, la razón puede ser más profunda.
Las enfermedades del sistema urinario (cistitis, cálculos renales, diabetes) a menudo hacen que los gatos eviten la caja de arena. Asocian el dolor al orinar con el inodoro y acuden “al blando”.
En estos casos es necesaria una visita urgente al veterinario: análisis de sangre y orina y ecografías ayudarán a identificar patologías ocultas.
Los gatos son criaturas de hábitos. Una mudanza, un nuevo miembro en la familia, renovaciones o incluso un cambio en la alimentación pueden desencadenar estrés.
En un intento por restaurar la sensación de seguridad, la mascota comienza a marcar el apartamento, “creando” un olor familiar.
En estos casos, es importante restablecer la rutina: alimentar a la misma hora, no cambiar la ubicación de la bandeja, añadir refugio. A veces es necesario un difusor de feromonas o una consulta con un zoopsicólogo.
No te apresures a tirar la alfombra. Al comprender el motivo, podrá recuperar el amor de su gato por la caja de arena y su tranquilidad.
La regla principal: no castigar, sino observar. Después de todo, detrás de cada charco hay una historia que vale la pena escuchar.