No importa lo triste que sea darse cuenta, la enfermedad puede atacar no solo a una persona, sino también a su amada mascota.
En este caso, no se olvide del dicho "El que está advertido, vale por dos": si sabe cómo prevenir la infección, no tendrá que someterse a un tratamiento y, en consecuencia, afrontar las posibles consecuencias negativas de la enfermedad.
El primer medio de prevención que conviene cuidar con antelación son las vacunas.
Además, limitar el contacto con animales que puedan actuar como portadores de infección, por ejemplo, los gatos callejeros, ayudará a reducir la probabilidad de infección.
Con el mismo propósito, vale la pena realizar una limpieza húmeda en casa con más frecuencia; será útil no solo para la mascota, sino también para su dueño.
La dieta del gato también es importante: debe contener todas las vitaminas, minerales y otros nutrientes necesarios.
Dado que las situaciones estresantes debilitan el sistema inmunológico, vale la pena hacer todo lo posible para no exponer a su gato al estrés.
Recuerda: si aparece algún síntoma desagradable en tu mascota, debes mostrárselo inmediatamente a un veterinario.