¿Has soñado con un perro obediente, pero te ha tocado un pequeño tirano que dicta las reglas en la casa?
Quizás ni siquiera te des cuenta de cómo las bromas inocentes se han convertido en un hábito de mando.
El primer error es reaccionar a los ladridos. Si su cachorro ladra para pedir comida o atención y usted se apresura inmediatamente a obedecer, él aprende: "ruido = resultado".

Con el tiempo, se convierte en una forma de controlarte.
La segunda trampa es la inconsistencia. Hoy permites dormir en el sofá, mañana te regañan por ello.
El cachorro no entiende de límites, por lo que comienza a ponerlos a prueba, adquiriendo cada vez más confianza en sus derechos.
El tercer error es ignorar la socialización. Si una mascota no se acostumbra a otras personas, animales o sonidos, crece ansiosa y agresiva.
El miedo se convierte en intentos de controlar el entorno, incluyéndote a ti mismo.
El cuarto error es el castigo físico. Golpear o tirar bruscamente de la correa solo le enseña una cosa al cachorro: la fuerza lo resuelve todo.
Él recuerda este patrón y luego lo usa en tu contra, por ejemplo gruñendo cuando intentas quitarle su juguete.
El quinto error es fomentar la agresión “linda”. Si tu cachorro gruñe mientras juega y tú te ríes, él lo percibe como aprobación.
Con el tiempo, gruñir se convierte en una forma de conseguir lo que uno quiere.
El sexto problema es la falta de espacio personal. Cuando un cachorro te impone constantemente su compañía y no le enseñas a estar solo, empieza a pensar en sí mismo como el centro del universo.
Tu más mínima ausencia le provoca pánico, lo que se convierte en un comportamiento destructivo.
El séptimo y principal error son las proyecciones humanas. Si piensas que el cachorro está “ofendido” o “vengándose”, comienzas a justificar sus acciones. En realidad, los animales no experimentan tales emociones.
Tus intentos de “apaciguar” a tu mascota después de un conflicto se consideran una debilidad.
En lugar de ello, establezca claramente las reglas y recompense sólo el comportamiento deseado. De lo contrario, en un año no tendrás un amigo, sino un tirano de cuatro patas que te dictará cuándo comer, dormir o incluso respirar.