Las cabezas grandes de ajo con dientes del tamaño de una nuez son el resultado de la fertilización de marzo, que la mayoría de los jardineros ignoran.
El secreto es darle un “empujón” a la planta en el momento en que sale de la hibernación.
El primer paso es retirar el mantillo tan pronto como se derrita la nieve y aflojar suavemente la tierra alrededor de las plántulas. Esto proporcionará acceso de oxígeno a las raíces.

Pero lo principal es añadir al suelo 20 g de nitrato de amonio por cada m².
El nitrógeno activa el crecimiento del verdor, pero después de 10 días su efecto debe ser “cubierto” por el fósforo.
Disuelva 30 g de superfosfato doble en 10 litros de agua caliente (los gránulos se disuelven mal en agua fría), déjelo reposar durante un día y riegue el lecho. El fósforo dirigirá la energía de la planta a la formación de la cabeza, no de las plumas.
La segunda alimentación se produce cuando aparecen 4-5 hojas. Mezclar 25 g de sulfato de potasio y 10 g de sulfato de magnesio en 10 litros de agua. El potasio aumentará el tamaño de los dientes y el magnesio evitará el amarilleo de las puntas de las hojas. Agua a razón de 5 litros por 1 m².
Para potenciar el efecto, añadir abono foliar con ácido bórico (2 g por 5 l de agua). El boro mejorará la absorción de calcio, lo que hará que las cabezas de ajo sean densas y estables durante su conservación. Rocíe por la mañana para permitir que la solución se absorba antes de que haya viento o lluvia.
La tercera etapa es un mes antes de la cosecha. Aplicar 40 g de ceniza por 1 m² bajo los arbustos. La ceniza contiene potasio y oligoelementos que completarán el proceso de maduración.
Pero no exageres con el riego: 3 semanas antes de excavar, deja de regar por completo. Esto permitirá que el ajo acumule aceites esenciales y protegerá las cabezas del agrietamiento.
Desenterrar el ajo en tiempo seco, cuando las hojas inferiores se hayan vuelto amarillas en un tercio.
Sécalo a la sombra durante 5-7 días y tus cabezas sorprenderán incluso a los jardineros experimentados.