Los agrónomos soviéticos lograron récords sin tecnología moderna. ¿Cómo lo lograron?
Su secreto es plantar patatas en los llamados agujeros “dobles”.
Esta tecnología implica que los agujeros deben cavarse a una distancia de 50 cm entre sí, y en cada uno de ellos deben colocarse dos tubérculos de diferentes variedades: temprana y tardío.

Como resultado, las raíces de las plantas se entrelazan, creando simbiosis. La variedad temprana rinde su cosecha en julio, la variedad tardía aprovecha el espacio liberado para su crecimiento.
Las combinaciones más adecuadas para este método son las siguientes: “Red Scarlett” (temprana) + “Lorch” (tardía) o “Zhukovsky” + “Picasso”.
Las variedades tempranas protegen a las variedades tardías del escarabajo de la patata, cuya actividad máxima coincide con su floración.
Después de cosechar la primera cosecha, los arbustos restantes se aporcan y se alimentan con ceniza: esto prolonga la vegetación de las variedades tardías.
Un método adicional es el “fertilizante verde”.
Entre las hileras se plantan guisantes o judías. Las legumbres enriquecen el suelo con nitrógeno, que las patatas consumen activamente.
En otoño, las puntas de las legumbres se entierran en el suelo, creando una reserva de nutrientes para el año siguiente.
El método ahorra espacio y aumenta el rendimiento por arbusto en un 90%.
La tecnología ha resistido la prueba del tiempo: en las granjas colectivas que existían en los años 70, el rendimiento de patatas alcanzaba a veces los 500 kilogramos por cien metros cuadrados.