Si todavía estás recogiendo frutos diminutos de 2 gramos de tus arbustos de frambuesas, es hora de cambiar algo.
Parece increíble, pero se pueden convertir en jugosos “gigantes” de 7 gramos gracias a un sistema probado durante años.
La experiencia del agrónomo ha demostrado que el tamaño no depende de la variedad, sino del cumplimiento preciso de unas reglas sencillas.

El punto clave es la poda radical de primavera.
A mediados de abril, cuando las heladas retroceden, solo quedan 4-5 brotes fuertes por cada metro de plantación. El resto se corta en un ángulo de 45 grados, dejando 15 cm del suelo.
Los cortes se tratan inmediatamente con brea de jardín para evitar infecciones. Los brotes jóvenes que aparecen en mayo se eliminan dejando los más fuertes.
Están atados al enrejado a intervalos de 20 cm: esto garantiza una iluminación y ventilación uniformes.
La alimentación de los arbustos está estrictamente programada según el tiempo. La primera alimentación se realiza a principios de mayo: se vierten 25 g de urea por cada 10 l de agua debajo de la raíz (5 l por metro cuadrado). Después de una semana, el suelo se afloja hasta una profundidad de 5 cm.
La segunda es a finales de junio, durante la brotación: se disuelven 30 g de fertilizante complejo en 10 litros de agua y se aplica con cuidado debajo de los arbustos.
La tercera es a mediados de agosto: un puñado de mezcla de potasio y fósforo por cubo de agua, tras lo cual se lava abundantemente el suelo con agua limpia.
El factor decisivo es regar a tiempo. Incluso omitir el procedimiento una vez da como resultado una reducción en el tamaño de las bayas. Regar estrictamente en las raíces, evitando regar en exceso.
La variedad Polana, probada con este método, mostró resultados récord, pero el sistema funciona para cualquier variedad remontante. Lo principal es la disciplina y la atención al detalle.