Imagínate: vas a un terreno y no hay ni una sola maleza allí.
Camas limpias, caminos ordenados y todo ello sin necesidad de desherbar ni usar herbicidas a diario.
¿Suena como un cuento de hadas? De hecho, tal escenario es posible si comprendemos cómo funcionan las malezas y qué es lo que realmente las detiene.

Resulta que el principal error que cometen la mayoría de los residentes de verano es intentar luchar contra las consecuencias en lugar de la causa.
Donde hay terrenos vacíos crecen malas hierbas. La naturaleza no tolera los "huecos" y, si no ocupas el espacio con plantas cultivadas, los dientes de león y la grama lo invadirán.
La solución es sencilla: sembrar las zonas libres con abono verde: mostaza, facelia o trébol.
Estas plantas no sólo suprimen el crecimiento de malezas, sino que también mejoran la estructura del suelo, enriqueciéndolo con nitrógeno.
Otro truco de vida es el acolchado. Pero no sólo serrín o hierba, sino agrofibra negra.
Ni una sola mala hierba sobrevivirá bajo él y la humedad se conservará durante mucho más tiempo.
Por cierto, muchas personas subestiman el poder del cartón común. Repártelo entre los canteros, espolvorea con tierra y en un año tendrás una zona perfectamente limpia con una capa podrida que se convertirá en abono.
Y olvídate de cavar: cada vez que remueves capas de tierra, traes a la superficie semillas de malezas que han estado en las profundidades durante años.
Prueba a sustituir la pala por una horca y verás como el problema empieza a desaparecer por sí solo.