¿Por qué algunos parterres crecen vigorosamente, mientras otros se marchitan, a pesar del mismo cuidado?
El culpable puede ser un ayudante invisible: la harina de dolomita. Algunas culturas están encantadas con ello, otras están en pánico.
Este polvo natural, extraído de las rocas, es un depósito de calcio y magnesio. El primero fortalece las raíces y acelera el crecimiento de los frutos, el segundo mejora la fotosíntesis.

Los microelementos adicionales en la composición hacen que el suelo sea suelto y nutritivo, neutralizando el exceso de acidez.
Los tomates son los mayores fanáticos de la dolomita. Sin calcio, sufren podredumbre apical y se vuelven caprichosas.
Los árboles frutales de hueso (cerezos, ciruelos) también están encantados: el calcio ayuda a formar cálculos fuertes.
Las fresas, remolachas, cebollas, zanahorias, pepinos y grosellas aumentan activamente su rendimiento después de aplicar el polvo.
Pero también hay quienes se rebelan contra la harina de dolomita. La acedera, los arándanos rojos, los arándanos rojos y los arándanos azules prefieren un ambiente ácido. Para ellos la desoxidación es una sentencia de muerte.
Las grosellas también evitan este fertilizante: sus raíces se debilitan en un suelo neutro.
El secreto del éxito es la moderación. Demasiada dolomita puede alterar el equilibrio incluso para sus fanáticos.
Antes de usar, comprobar el pH del suelo: si el indicador es superior a 6, suspender la fertilización.
Recuerde, el polvo blanco no es magia, sino una herramienta. Úselo sabiamente y las plantas le recompensarán con una cosecha generosa.