Ya hace un mes que llegó el otoño, lo que significa que es momento de realizar actividades importantes en el sitio, entre ellas la desoxidación del suelo.
Este proceso requiere un enfoque cuidadoso. En primer lugar, es necesario determinar qué producto es el más adecuado para estos fines.
Ceniza
La ceniza no sólo cumple la función de desoxidar el suelo, sino que también desempeña el papel de un excelente fertilizante. En otoño, es mejor utilizar ceniza de madera en suelos arcillosos y arcillosos.
Para un metro cuadrado necesitarás de 0,5 a 1,5-2 kg de ceniza, dependiendo del nivel de pH del suelo. Al agregar al suelo, lo que debe hacerse una vez cada dos años, incruste la ceniza a una profundidad de al menos 10-15 cm.
Tiza
Si vas a utilizar tiza como agente desoxidante, asegúrate de que esté literalmente triturada hasta convertirla en harina, sin presencia de trozos grandes.
Se recomienda aplicar de 250 a 700 gramos de tiza por metro cuadrado de suelo. El procedimiento se realiza cada 3-4 años, sellando a una profundidad de 15-20 cm.
Lima pelusa (cal apagada)
Este desoxidante, considerado el más agresivo, debe aplicarse únicamente en la temporada de otoño, evitando los lechos donde se planea cultivar papa, para evitar la infección de sarna.
La cal se utiliza para desoxidar el suelo cada 3-4 años. Se añade durante la excavación, incrustado a una profundidad de 20 a 25 cm. Para un "cuadrado" se necesitan de 400 a 600 gramos de cal.
harina de dolomita
La harina de dolomita ayuda a solucionar muchos problemas al mismo tiempo. Desoxida suavemente el suelo sin dañar las raíces de las plantas ni los microorganismos del suelo, y también mejora la estructura del suelo, lo cual es especialmente importante en suelos arcillosos. Además, la harina de dolomita sirve como fertilizante, ya que contiene carbonatos de calcio y magnesio (56% de calcio y 42% de magnesio).
Dado que la dolomita tiene un efecto lento, se debe aplicar en otoño. La cantidad depende no sólo del nivel de acidez del suelo, sino también de su estructura: en suelos arenosos se necesitarán entre 150 y 400 g por metro cuadrado, y en suelos arcillosos, entre 250 y 600 g.
Asegúrese de sellar la dolomita a una profundidad de al menos 15-20 cm excavando el suelo o utilizando un cultivador.