Las remolachas se consideran una planta sin pretensiones: no requieren demasiada atención.
Sin embargo, para obtener una cosecha rica, se requiere una fertilización adecuada en campo abierto.
Las razones de una cosecha pequeña pueden ser suelos ácidos o semillas de mala calidad. Si no hay suficiente álcali en el suelo, se recomienda espolvorear ceniza de madera o harina de dolomita.
A las remolachas no les gusta la tierra dura; tendrás que esponjarlas y cubrirlas con mantillo con regularidad.
A la planta le encanta la humedad; en los días calurosos tendrás que regarla con abundante agua.
Si las remolachas crecen sin azúcar, entonces el suelo carece de nutrientes. Afortunadamente, existen suficientes opciones de alimentación.
Es importante tomar estiércol podrido: diluirlo en una proporción de 1 a 10 con agua. Para un crecimiento activo, se debe aplicar superfosfato.
Tome una cucharada de superfosfato y potasio y magnesio, 1 g de permanganato de potasio, 0,5 ácido bórico y 1 cucharadita de urea.
Diluir esta solución en 10 litros de agua y aplicar el fertilizante a la planta, para luego tratar con agua.