En primavera, los veraneantes pueden observar un cuadro desagradable: las hojas de grosella se secan y se vuelven marrones, mientras que la zona afectada crece día a día.
Al principio, después del invierno, los arbustos siguen creciendo sin problemas, pero luego los brotes empiezan a secarse.
Todo comienza desde arriba. Poco a poco, el proceso cobra impulso y aparecen signos de la enfermedad en la corteza: grietas y esporas de hongos rojizas.
Los brotes pierden su elasticidad y se vuelven más quebradizos. Las ramas jóvenes del primer año no evitan el problema.
Las hojas de grosella se secan y se vuelven marrones no porque la primavera o el verano sean demasiado calurosos. El problema radica en el hongo que ha infectado los arbustos.
En este caso sólo hay una solución al problema. Y no se puede ignorar, de lo contrario primero se perderá la cosecha y luego los arbustos pueden morir.
Hay muchas enfermedades fúngicas; los fungicidas, por ejemplo, el sulfato de hierro, ayudan a combatirlas todas. Se utilizan como prevención en primavera, para no esperar a que las plantas se enfermen.
Si los signos de la enfermedad son obvios, los jardineros no esperan hasta que las plantaciones mueran debido al hongo, sino que rocían los arbustos con fungicidas.
