Trucos sencillos pueden convertir los frágiles brotes de petunia en exuberantes arbustos la primera vez.
Las semillas granuladas son una trampa para los impacientes. La densa cáscara a menudo se convierte en un ataúd para el embrión.
Para evitar que esto ocurra, raspe con un palillo, simulando la destrucción natural del suelo.

Las semillas deben dejarse germinar en el lugar más luminoso, cubiertas con una tapa transparente: la oscuridad no es su amiga.
Y si de una gota de agua caen brotes delgados, utiliza el siguiente truco.
Llene el recipiente con tierra y haga surcos en la parte superior. Coloque las semillas en ellas, enterrándolas a no más de 2 mm de profundidad.
No es necesario cubrirlas con tierra: las delgadas “patas” de las semillas germinadas descansarán contra los lados y los brotes no se caerán.
En cuanto a la pata negra, este azote tiene un miedo mortal al aire. El suelo con vermiculita y perlita permanece suelto incluso con riego abundante.
Una capa de drenaje de estos materiales en el fondo de las tazas es un seguro contra la humedad excesiva. Las plántulas cultivadas en dicho sustrato no conocen la palabra “hongo”.
El suelo barato es el enemigo número uno.
El suelo compactado sofoca las raíces y un desequilibrio de nutrientes inhibe el crecimiento.
Una mezcla con la adición de humus y arena, cocida en el horno, se convierte en una cuna segura para las semillas.
La película se va retirando, como un velo, poco a poco. Un cambio brusco de humedad destruye los brotes tiernos. La ventilación diaria acostumbra las plantas a las condiciones reales, haciéndolas resistentes.
Un método descubierto a través de prueba y error brinda a las petunias la posibilidad de florecer de manera más exuberante que los ejemplares comprados en las tiendas.