En el trabajo las presiones pueden ser enormes para todos, especialmente para los jefes, esta presión los obliga a ir más allá de su autoridad y utilizar tácticas que muchos considerarían poco éticas.
Gestionar la fuerza laboral utilizando la amenaza del castigo tiene un impacto negativo en los subordinados talentosos.
Mahatma Gandhi dijo una vez esto acerca de la estrategia de gobernar bajo amenaza de castigo: “El poder basado en el amor es mil veces más efectivo y permanente que el poder basado en el miedo”.
Sin embargo, muchas empresas tienden a cometer los mismos errores y ponen en riesgo la reputación de la empresa.
Los directivos modernos también utilizan con mucha frecuencia la gestión del poder, ya que sienten que este estilo de gestión garantizará su éxito. Pero en realidad este éxito dura poco.
A largo plazo, una organización así pierde mucho más.
Estas organizaciones no pueden retener a los mejores especialistas. El miedo crea una atmósfera de sospecha e ira que no es normal en ninguna organización.
Incluso si las personas aceptan trabajar bajo amenaza de castigo, pero sólo hasta el momento en que puedan encontrar otra oportunidad.
Las consecuencias más destructivas de una gestión bajo amenaza de castigo son: falta de interés, sentimientos de frustración entre los empleados, terminar el trabajo sólo por formalidad, críticas constantes a la empresa, sentimientos de ansiedad, etc.
Esta cruel política lleva a las empresas a perder buenos empleados, a una alta rotación, a juicios e incluso a la quiebra.
El miedo genera miopía e impide que los líderes predigan y planifiquen eventos futuros. Los subordinados están tan ocupados adivinando lo que quieren sus jefes que se olvidan de asumir la responsabilidad de sus acciones.
Su creatividad se ve sofocada y siguen instrucciones a ciegas. Los empleados simplemente buscan a quién culpar y transfieren la responsabilidad de sus fracasos a otras personas.
Al final, esta política de terror conduce al colapso de la empresa. Por tanto, siempre es necesario poder equilibrar dos extremos: poder dar libertad a tus subordinados, liberando su energía creativa, y poder castigar por malas conductas.
Antes te dije cómo decidir cambiar de trabajo.