A veces el culpable de un plato quemado no es la receta ni el fuego alto, sino la sartén en la que se cocinó ese mismo plato.
Por eso, para no tener que raspar los alimentos quemados de los platos, te sugerimos aprender a elegir la sartén adecuada.
¿Cómo debe ser el cuerpo de la sartén?
Todos los asesores afirman unánimemente: en la cocina no hay lugar para el acero inoxidable barato. En un intento por ahorrar dinero, algunos fabricantes han reemplazado el acero que contiene cromo y níquel por opciones que contienen cobre y manganeso, que se filtran fácilmente en los alimentos durante la cocción.
Además del hecho de que los alimentos cocinados en una sartén de este tipo tendrán un sabor metálico, los guisos de verduras y otros platos que se dejan en la sartén garantizan una intoxicación debido a una reacción de oxidación.
Se reconoce una sartén de acero inoxidable por su metal gris, liso y fino, que puede ser brillante o mate.
Las mejores sartenes están fabricadas en aluminio sin materias extrañas. Esta opción conduce y retiene bien el calor, lo que acelera la cocción y ahorra energía, y el calentamiento uniforme evita que los alimentos se quemen.
Las sartenes de cobre también son buenas porque se calientan y enfrían rápidamente debido a su alta conductividad térmica, lo que permite controlar claramente la temperatura y el proceso de cocción.
El cobre se puede identificar por su pesadez: cuando cojas una sartén de cobre y aluminio, sentirás inmediatamente la diferencia.