No existe una píldora mágica ni un consejo universal que le ayude a empezar a comprender a otras personas.
Elena Katsyuba, psicóloga y psicosomatóloga, contó cómo se produce la interacción entre las personas.
Esto no es necesario, porque la mayoría de nosotros ni siquiera podemos predecir nuestras propias acciones, y mucho menos las intenciones y planes de "las almas de otras personas".
Por ejemplo, podemos considerarnos una persona completamente buena y luego cometer un acto que nadie, ni siquiera tú mismo, esperaba de ti. Lo mismo ocurre con otras personas.
En Internet hay consejos sobre cómo formarse una opinión sobre una persona en función de sus gestos, posturas, acciones, etc. Pero estos métodos tienen tantos errores que es difícil considerarlos eficaces.
Por ejemplo, se cree que una postura cerrada (brazos y piernas cruzados) es señal de desconfianza en el interlocutor. Pero puede haber una situación en la que una persona esté realmente muy interesada en lo que está escuchando en ese momento, pero sienta frío o tenga una necesidad urgente de ir al baño.
El malestar físico que experimenta le obliga a adoptar una posición cerrada.
¿Cómo entonces interactuar con otras personas? Para empezar, cualquier comunicación entre personas no se basa en el tipo de persona que tienes delante, sino en lo que te puede dar. Es decir, se trata de ganancias.
Por ejemplo, una persona es un especialista altamente calificado, lo que significa que me comunicaré con él porque quiero aprender de él alguna experiencia. O la persona es un narrador muy interesante, quiero comunicarme con él porque me genera emociones positivas.
Al mismo tiempo, tu interlocutor mantiene comunicación contigo porque también ve algún beneficio en ti. E incluso puede ser que simplemente sepas escucharle atentamente y con interés. Y mientras continúe la interacción “tú - para mí, yo - para ti”, esta comunicación continuará.
Esquemáticamente, el proceso de construcción de comunicación entre personas puede describirse como un juego de pelota. Por ejemplo, veo que hay un interlocutor interesante frente a mí, "le tiro una bolita" y les sugiero que empiecen a comunicarse. Si se encuentra conmigo a mitad de camino, “lanza la pelota” hacia atrás y establecemos una mejor comunicación.
De acuerdo con las reglas no especificadas de nuestra sociedad, si "lanzo la pelota" y el interlocutor la atrapa, cuando la "pelota" regrese a mí, también debo atraparla para continuar la comunicación. Pero en realidad nadie le debe nada a nadie. Si una persona deja de ver el beneficio, entonces puede dejar de comunicarse.
Cuando profundizamos las relaciones, “lanzamos la pelota” con más fuerza. Por ejemplo, si necesitas ayuda, se la pides a un nuevo conocido. Si ve beneficio para sí mismo en esto, lo captará. Y tu comunicación pasa a un nivel superior porque ya sabes que puedes contar con él.
Al mismo tiempo, si quiero que la comunicación se mantenga al mismo nivel, entonces entiendo que cuando una “bola pesada” regresa a mí, también debo atraparla. Y cuanto más pesadas son las “bolas”, más comprensión y confianza surge entre las personas.
Este esquema siempre lo juegan dos personas y solo se prueba con el tiempo. Y sólo por el “peso de las pelotas” se puede entender cuán profundo es el nivel de confianza entre las personas.