Las tortitas de patata suelen resultar bastante planas y duras.
El plato rara vez resulta aireado y suave.
Sin embargo, los chefs experimentados siempre producen tortitas de patata que resultan ligeras, tiernas y jugosas, y al mismo tiempo adquieren una deliciosa corteza dorada.
El secreto está en el rechazo total de uno de los ingredientes supuestamente “obligatorios”. Y en reducir la cantidad de un componente más.
La regla principal es la siguiente: no se puede añadir un huevo a las patatas ralladas.
Sí, este producto “mantiene” la masa unida. Pero esto también priva al futuro plato de ternura y volumen.
Hay una recomendación más: no te excedas con la harina. Si la base para las tortitas de patata no resulta demasiado líquida, se puede evitar por completo el uso del producto a granel.
Si el cocinero teme que la masa aún se extienda por toda la sartén, debe limitarse a agregar solo una cucharada del ingrediente de harina.
La masa debe constar de los siguientes componentes: patatas y cebollas ralladas, crema agria y harina (si es necesario).
Para 10 patatas, un par de cebollas. En cuanto al producto lácteo fermentado, una cucharada es suficiente.
A partir de esta base obtendrás panqueques tan esponjosos y suaves que en su consistencia se parecerán a pasteles.