Las remolachas bien preparadas resultan sabrosas en cualquier forma: tanto hervidas como horneadas.
Sin embargo, sucede que cocinar una verdura saludable acaba en decepción. El tubérculo acaba siendo pálido, insípido y soso.
Para cocinar seleccionamos verduras enteras, fuertes y elásticas, sin arrugas, grietas ni signos de podredumbre.
Es recomendable cocinar tubérculos del mismo tamaño y no cortarles la cola. De lo contrario, el jugo se escapará y las remolachas quedarán acuosas y rosadas.
Eche las remolachas en una cacerola con agua fría. De esta forma el tubérculo conservará su color y propiedades beneficiosas. Cocer las remolachas en suficiente agua, colocándolas bien ajustadas en el fondo de la cacerola.
No salar los tubérculos con anticipación. Lo mejor es agregar sal al plato terminado.
Para conservar el color, añadir un poco de zumo de limón al agua: ½ cucharadita de zumo por 1 litro de agua. Agriar el agua al inicio de la cocción, cuando el agua aún no se haya calentado.
Además, el vinagre y el azúcar ayudarán a conservar el color de la remolacha. Necesitará ½ cucharadita de vinagre por 2 litros de agua, 1 cucharadita de azúcar por 1 litro de agua.