Hasta el siglo XIX, las fresas se consideraban un invitado raro en las mesas.
Ahora esta baya se distribuye por todo el mundo y es valorada por su sabor y beneficios para la salud. Existe toda una leyenda sobre el descubrimiento de las fresas como manjar.
Durante muchos milenios, las fresas crecieron en todo el mundo y no interesaban a nadie.
Todo cambió en el siglo XVIII, cuando un oficial francés que servía como espía en las montañas de Chile tuvo un día mucha hambre y no pudo resistirse a comer los frutos rojos que crecían en esos lugares.
Las bayas ayudaron al oficial a sobrevivir. Después de este incidente, trajo noticias de una nueva y sabrosa planta a su tierra natal.
Algunas de las bayas comenzaron a cultivarse en el jardín botánico francés. Allí crecían dos especies de esta planta, que un día se cruzaron al azar. Así nació un nuevo tipo de fresa que se ganó el corazón de chefs y jardineros de todo el mundo. Las fresas aparecieron en Rusia gracias al zar Alexei Mikhailovich. Era un amante del cultivo de plantas y mantenía su propio jardín cerca de Moscú. Un día, un trabajador de este jardín obsequió al hijo del rey una fragante baya roja. No sólo le agradaba al niño, sino a todo el patio. Después de este incidente, el rey ordenó cultivar esta baya en su jardín.
Ahora veamos algunas de las propiedades beneficiosas de las fresas.
¿Hay algún daño en las fresas? Es difícil de creer, pero hay un poco. La baya no se recomienda para niños menores de tres años. Puede causar diátesis y dermatitis. Las fresas también tienen la capacidad de acumular polen, razón por la cual las personas alérgicas no deben consumir la baya.
Tampoco se recomienda para personas con cirrosis hepática y apendicitis.
Lo mejor es comer bayas en mayo y junio. Durante este período queda lo más natural, fresco y sabroso posible.
Las fresas combinan bien con otras frutas y bayas en batidos y purés.
Si estás aburrido de comer solo bayas, puedes experimentar con combinaciones simples que revelarán el sabor de las fresas de una manera diferente.