A pesar de que los jóvenes deciden cada vez más entablar relaciones con mujeres mucho mayores que ellos, sus motivos siguen siendo un misterio para quienes los rodean.
Y al mismo tiempo, no son tan pocos los motivos que explican su elección.
Hablemos de los más comunes.
Quizás valga la pena comenzar con el hecho de que las mujeres adultas tienen confianza en sí mismas y la confianza es uno de los afrodisíacos más poderosos.
No se puede adquirir asistiendo a formaciones y clases magistrales; se obtiene a través de la independencia, los logros y la superación de dificultades o, más simplemente, a través de la experiencia de la vida.
Las mujeres maduras no son propensas a los celos, saben cómo controlar sus emociones y nunca adoptan una posición egocéntrica hacia su pareja, a diferencia de sus competidoras más jóvenes.
Además, gracias a la confianza en sí misma, una mujer adulta adquiere libertad interior, popularmente llamada facilidad.
Un socio así no creará problemas de la nada ni provocará conflictos alzando la voz y buscando a alguien a quien culpar.
Y gracias a la misma libertad interior, una mujer “envejecida” disfruta de la vida y no se esconde del mundo, sumida en complejos y miedos.
Finalmente, la experiencia de la vida les dice a estas mujeres que nadie le debe nada a nadie.
Como resultado de esta conciencia, adquiere la capacidad de alegrarse y agradecer sinceramente, sin pretensiones, a su pareja por lo que hace por ella.
El compañero de una mujer así nunca sufrirá por falta de aprecio y no se sentirá devaluado.