“Qué bien te ves hoy”, “Buen trabajo limpiando los platos”: estas frases parecen inofensivas e incluso útiles.
¿Pero qué pasa si tus elogios están destruyendo silenciosamente aquello que tanto te esfuerzas por preservar?
Imagínate: pasas todo el día preparando la cena y como respuesta escuchas: “Por fin has preparado algo rico”. ¿Cumplido? ¿O un reproche recubierto de azúcar glaseado?

Muchas personas ni siquiera se dan cuenta de cómo sus palabras se convierten en trampas en las que caen tanto los hijos como la pareja.
Uno de los principales errores es elogiar con condiciones. Frases como “Eres tan inteligente cuando no eres perezoso” o “Es tan agradable cuando no eres grosero” crean en los seres queridos la sensación de que son amados solo por su comportamiento “correcto”.
Con el tiempo, esto genera miedo a cometer errores y el hábito de reprimir las emociones. Los hijos dejan de compartir sus problemas para no decepcionar a sus padres y los cónyuges evitan las conversaciones francas por miedo a las críticas.
Otra trampa son los cumplidos impersonales. “Hermoso vestido”, “actitud inteligente”: frases como estas se centran en la acción, no en la persona.
Esto quita la calidez del elogio. Compara: "Me encantan los colores que elegiste" versus "Te ves increíble". El primero suena como una valoración de la obra, el segundo como una admiración por la persona.
¿Cómo solucionar la situación? Aprende a alabar “interiormente” y no “exteriormente”. En lugar de decir: “Gracias por tu ayuda”, di: “Significa mucho para mí que me apoyes”.
Centrarse en los sentimientos en lugar de en las acciones ayuda a que sus seres queridos sientan su sinceridad.
Y nunca utilices los cumplidos como herramienta de manipulación: “Eres muy amable, ¿me ayudarás con el informe?”. Esto no es un elogio, sino una presión.
El verdadero apoyo no necesita recompensas, es incondicional, como el amor que una vez se dieron el uno al otro.