Las fotos de la boda se volverán amarillas, los anillos se desvanecerán, pero ¿qué quedará cuando el confeti se asiente?
Los secretos de una unión fuerte no son un secreto, sino reglas simples que a menudo se olvidan. Transmítaselo a tus hijos para que su matrimonio dure décadas.
La distribución equitativa de las tareas del hogar no es una formalidad, sino la base del respeto.

Si uno cocina, el otro lava los platos; Si uno lleva a los niños, el otro prepara las mochilas. Un equilibrio de responsabilidades extingue los agravios antes de que surjan.
Los escenarios de Hollywood con peleas exageradas son sólo ficción. En realidad, las parejas hablan más tranquilamente, escuchan con más atención y resuelven los problemas sin monólogos teatrales.
La coincidencia de objetivos es más importante que las aficiones comunes. Se puede discutir sobre música, pero soñar con una casa junto al mar o con educación para los niños.
El camino hacia un sueño, recorrido juntos, acerca a las personas más que ver series de televisión juntos.
No hay problema en empezar con una billetera vacía: un esfuerzo conjunto convierte un presupuesto modesto en una base sólida.
El matrimonio no es la meta, sino el comienzo. Detenerse a cuidarse, pensando que “no irá a ningún lado” es un error.
El atractivo requiere trabajo incluso después de diez años juntos.
Tus padres y amigos no tienen la culpa de tus peleas: sólo dos son responsables de sus decisiones.
Y si no hay alegría en la unión, es hora de preguntar honestamente: “¿Qué hemos perdido en el camino?”
La felicidad no son unas vacaciones eternas, sino la capacidad de apreciar las tardes tranquilas y reírse de las pequeñas cosas.
Decid a vuestros hijos: el matrimonio sobrevive no por la pasión, sino a pesar de la rutina, si hay espacio para la reciprocidad y la sinceridad.