¿Existe alguna persona que nunca haya hablado de alguno de sus compañeros, de una expareja o de noticias sensacionales del mundo del espectáculo?
Al mismo tiempo, descubrir por qué los chismes son agradables, no menos interesantes que lavar los huesos de alguien a sus espaldas.
Hay varios motivos que nos motivan a cotillear, y uno de ellos es el deseo de establecer conexiones sociales.
Por ejemplo, cuando los compañeros reunidos para almorzar discuten las últimas novedades sobre su jefe, les ayuda a fortalecer sus relaciones y a sentir un sentido de pertenencia al grupo. Una persona que participa en este tipo de conversaciones se siente más conectada con los demás, lo que reduce su sensación de aislamiento social.
Los chismes también se pueden utilizar para la autopresentación y la gestión de la reputación.
Por ejemplo, Vera habla de las acciones de Marina con sus amigos. Ya sea que diga bien o mal sobre Marina, este proceso ayuda a Vera a parecer conocedora, involucrar a sus oyentes y demostrar sus valores morales y éticos.
No habla de sí misma, sino de otra persona, apoyándola, condenándola o reflexionando, observando la reacción del grupo.
Así, el chisme ayuda a reforzar el estatus social y a demostrar la adherencia a determinadas normas y valores dentro de un grupo concreto.
Ésta no fue la última función del chisme: también puede servir como medio de liberación emocional.
Hablar con un amigo sobre sus problemas con un compañero de trabajo tóxico o un cliente difícil puede brindarle alivio. Ayuda a reducir el estrés y la tensión porque te permite reconocer y aceptar tus sentimientos, recibir apoyo y comprensión.
Y finalmente: el chisme juega un papel importante en el aprendizaje y la transferencia de experiencias.
Al discutir las acciones y el comportamiento de otras personas, no sólo compartimos información, sino que también aprendemos de los errores y éxitos de otras personas. Comprender las consecuencias de determinadas acciones puede ayudarle a evitar errores similares en el futuro.