Generalmente se acepta que un alto nivel de inteligencia sólo ayuda a una persona.
De hecho, a veces las personas inteligentes lo pasan muy mal.
Estas personas se enfrentan a ciertas dificultades en sus vidas.
Las personas que no pueden presumir de capacidades intelectuales serias casi nunca se quejan de los problemas que se enumeran a continuación.
Las habilidades analíticas ayudan a una persona inteligente a encontrar varias formas de resolver un problema particular a la vez.
Sin embargo, es muy difícil elegir sólo uno.
Si sólo hay una opción, es mucho más fácil actuar.
La capacidad de análisis conduce a otra dificultad: se comprende que cualquiera de las decisiones o acciones planificadas puede resultar infructuosa.
Ese miedo pone a la persona nerviosa e indecisa.
Muchas personas inteligentes son propensas al perfeccionismo: el deseo de alcanzar un ideal.
“Podría haberlo hecho mejor, pero no pude hacerlo”, piensan a menudo.
Como resultado, se hacen sentir frecuentes decepciones. Es muy difícil para una persona inteligente concluir: “Hice bien mi trabajo. Estoy genial."
Muchas personas con altos niveles de inteligencia experimentan el "síndrome del impostor".
Este es el nombre de una condición en la que una persona siente que "no es lo suficientemente competente" y "alcanzó el éxito por accidente".
Aparece el siguiente temor: “Pronto estaré expuesto. Y todos entenderán que no puedo hacer nada”.
Vale la pena subrayar que en muchos casos estas conclusiones son infundadas. Lo que pasa es que algunas personas inteligentes se exigen demasiado a sí mismas: no pueden comprender que ya son profesionales y que han alcanzado el éxito con razón.
“Nadie me entiende”, así razonan muchas personas inteligentes.
Vale la pena enfatizar que a veces un alto nivel de inteligencia realmente dificulta encontrar un lenguaje común con otras personas.