¿Quieres aprender a reconocer una mentira?
Adquirirás fácilmente esta habilidad si recuerdas solo una frase: “Todo cuenta”.
En otras palabras, desarrolla el siguiente hábito: si tienes dudas sobre la veracidad de una historia, aclara incluso los detalles más pequeños con tu interlocutor.
Ejemplo: su marido está tratando de demostrarle que estuvo descansando por la noche con amigos y no se reunió con su amante.
Aclare inmediatamente: “¿Quién sugirió la reunión?”, “¿En qué café estabas sentado?”, “¿A qué hora llegaste?”, “¿Cuántas personas había en el café?”, “¿Cuál de tus amigos estuvo presente en ¿La reunión?”, “¿Qué tipo de comida?”, “¿De qué hablaron?”, “¿Cómo iban vestidos tus amigos?”, “¿Cómo regresaste a casa?”
Este enfoque es extremadamente eficaz. Por dos razones.
El comportamiento de una persona a la que se le hacen numerosas preguntas aclaratorias depende en gran medida de su honestidad.
Si el interlocutor es sincero mantendrá la calma y responderá sin problemas. Por una sencilla razón: es honesto, no inventa cosas, por lo que no teme confundirse en los detalles.
Pero si su contraparte miente, probablemente comenzará a preocuparse y a irritarse.
¿Le hiciste a la persona algunas preguntas aclaratorias y empezó a ponerse nervioso? ¡Saca tus conclusiones!
Si un mentiroso aún logra mantener la calma y comienza a inventar hábilmente detalles sobre la marcha, tarde o temprano cometerá un error.
Después de todo, si no se te ocurre una "leyenda" de antemano y no piensas en todos los pequeños detalles, aparecerán contradicciones en la historia que se notarán. Como resultado, el mentiroso quedará expuesto.